martes, 23 de diciembre de 2008

Flaubert y "Madame Bovary"

Os recomiendo vivamente el artículo publicado en septiembre de 2007 por Luis Arias Argüelles-Meres en La Opinión: Flaubert y «Madame Bovary».
A él pertenece el siguiente extracto:
Alguien que conoció a fondo la obra de Flaubert en España, doña Emilia Pardo Bazán, escribió: «Y si hay una obra que pueda mitigar la calentura romántica es, seguramente, "Madame Bovary", fue a los lirismos lo que el "Quijote" a las novelas de caballería. Considero este libro uno de los más vivideros que ha producido literatura alguna. Poco nos importa que, en opinión de los que conocían perfectamente al autor, represente o no su verdadera personalidad; que el hombre real, en Flaubert, sea el romántico autor de "Salambó", ni quita ni pone; "Madame Bovary" es la fecha memorable, la obra decisiva de una nueva orientación».
Como todas las obras maestras, como todas las grandes creaciones, la inmortal novela de Flaubert juega al equívoco. El principal antecedente del llamado realismo-naturalismo es una novela en la que el estilo tiene un protagonismo infinitamente superior a la historia que en ella se cuenta. Es el mundo al revés. La realidad más prosaica contada por un virtuoso del estilo, por un artista del lenguaje, por alguien que, según confesión propia, buscaba en cada frase no menor perfección y armonía que lo que podía perseguir un poeta con sus versos rimados, con sus sílabas juntadas.
Si Emma colisiona con la majadería que la rodea, con el prosaísmo que la asfixia, el estilo de Flaubert abofetea de continuo a la vulgaridad y a la estupidez.
Es una sugerencia de Ana Manzanares

lunes, 15 de diciembre de 2008

Madame Bovary, versión cinematográfica

Desde esta semana en nuestro club nos enfrentamos con un verdadera obra maestra, Literatura en mayúsculas...: Madame Bovary de Gustave Flaubert.
En breve os ofreceremos aquí algunos de los comentarios vertidos en nuestros debates sobre esta obra universal. Por el momento os dejamos una de las versiones cinematográficas de la historia de Emma Bovary:


Ofrecido por Inma Manzanares

miércoles, 26 de noviembre de 2008

"Barba Azul" de Perrault

Comentario de Inma M.R.

Antes de iniciar mi comentario, quería hacer una puntualización, me parece que hemos elegido un cuento que de hadas tiene poco, personalmente me parece más un cuento de terror de Poe que un cuento de hadas. Un cuento de Poe o la narración de un hecho aberrante, pero cuento de hadas, poco. Porque no es que no haya hadas, es que ni una sola referencia sobrenatural encontramos en el cuento. Desde el principio al fin, me parece estar leyendo casi un relato periodístico, un reportaje sobre unos sucesos macabros.
Pero vayamos al cuento.

Empieza Perrault situándonos el cuento no en un país remoto ni lejanísimo. Sin darnos grandes precisiones nos habla de grandes casas y de una ciudad y las Provincias. Parece que nos está describiendo un sitio conocido por todos los que leyeran el cuento (al menos por los de su generación).
El personaje central en ese escenario es, sin duda, su dueño, el terrible Barba Azul, del que sabremos poco más de ese dato. Sólo conocemos de él, que es terrible y feo por su barba azul (hoy con esto del cambio de estética, hasta habría parecido exótico). No sabemos si es joven, si es viejo, si es alto o es bajo, si delgado o grueso. Sólo que tiene la barba azul y eso lo hace detestable. Bueno, también sabemos que es inmensamente rico y eso aligera bastante su aspecto espantoso.
Y este dato de su riqueza sí que es decisivo para que avance el cuento, porque va a ser la causa que le proporcione esposa: una de las hijas de su vecina. Y aparece el otro personaje del que ni el nombre conoceremos. No tiene identidad. Sólo sabemos de ella lo que es para otras personas: es hija de la Vecina, es esposa de Barba Azul, es hermana de Ana y de un Dragón y un Capitán del ejército. Y, por supuesto, es una curiosa redomada. Pero ¿quién no se sentiría tentada de ver algo que le han prohíbido expresamente? Quizás si Barba Azul no le hubiera advertido que no anduviera por aquella zona, a ella ni se le habría ocurrido, entretenida como estaba mostrándole toda la riqueza a las amigas.
Los otros personajes que hacen mover la historia son la hermana, Ana, que sirve de vigia, pero que por sí sola no puede hacer nada por ayudar a su hermana, y que no sé por qué me recuerda enormemente a la hermana de Dido (véase la Eneida, libro IV), quizás porque también se llamaba Ana y también era el paño de lágrimas de la mujer. En realidad este personaje es bastante arquetípico. No quiero meterme en grandes berenjenales, pero ya desde las coplas amorosas que inician la poesía lírica occidental, allá por el siglo X, aparece este personaje: la hermana que oye, consuela y/o ayuda.
También es bastante socorrido esa repetición en el diálogo. La hermana en peligro que pregunta: “Ana, hermana Ana, ¿no ves a nadie venir?” y la hermosísima respuesta de Ana: “No veo más que el sol que polvorea y la hierba que verdea” Además de mantener el contacto entre ellas, este recurso subraya lo dramático del momento, la desesperación de las hermanas ante lo inminente. Ese sol que, en lugar de iluminar y brillar, convierte todo en polvo es el propio (los del sur lo sabemos bien) de la desolación y el desierto. No hay nadie que las pueda salvar, sólo ellas dos, indefensas. Desesperante.
Pero no, hay una esperanza: la llegada de los dos personajes finales, los hermanos, que se convierten aquí en los héroes civilizadores: van a rescatar a su hermana de su cruel marido, pero, además, le van a hacer un bien a la humanidad: van a acabar con un monstruo inhumano. No son principes azules, son un dragón de la caballería y un capitán, son por lo tanto representantes del estado, pues son miembros del ejército. Pero no son principes. Son tan terrenales como los demás personajes de la historia y además son los únicos que tienen el poder de destruir al malvado.
Así pues, nada de princesas, nada de principes, nada de hadas, nada de malvadas brujas hechiceras, ni siquiera un lobito abusador de jóvenes inocentes. En la trama de este cuento, todo es bastante real y creíble. Sólo hay un detalle mágico: el de la sangre que aparece una y otra vez en la llave que ha caído al suelo cuando la mujer se asusta al ver los cadáveres de sus antecesoras.
Tampoco es una trama muy infantil, de hecho, este cuento fue suprimido de algunas ediciones de los cuentos de Perrault destinadas a los niños.

Tengo que reconocer que la primera vez que leí el cuento de Perrault pensé que el significado del cuento era la imposibilidad de llegar al conocimiento: la mujer tiene que expiar la culpa de haber conocido, algo así como Adán y Eva en el Paraíso, con la manzanita. O Pandora con la caja de las sorpresas. Y puede ser que tenga algo de válido, pero ahora lo dudo un poco, y no creo que sea tan correcta esta interpretación. ¿o quizás sí? Veamos despacito el asunto.
¿Qué me hizo repensarlo? Pues que supe hasta qué punto estuvo nuestro amigo Charles Perrault involucrado con el cartesianismo. Y si había algo importante y fundamental para Descartes era precisamente la búsqueda de la verdad, la llegada al conocimiento, a través de la razón. Así que pensé que no podía castigarse a la joven por haber llegado al conocimiento. Tenía que haber algo más, otro mensaje en Perrault. Y, pensando, pensando me di cuenta de algo. Una interpretación que quede en que por llegar al fondo del conocimiento, por abrir la ventana al saber, el resultado sea un castigo, no me parece que cuadre mucho con el significado cartesiano del conocimiento del saber, de la búsqueda de un método, tuvo que ser otra la intención de Perrault.
En realidad, el malvado Barba Azul ‘quiere’ matar a la esposa, le quiere dar el castigo por haber llegado al conocimiento, pero, hete aquí que llegan dos personajes totalmente racionales para salvarla y, de esta manera, consigue el premio gordo, porque se queda con todas las propiedades del marido y consigue ser independiente y actuar a su libre albedrío, cosa que no hubiera ocurrido si hubiera sido tan sosipava de no haber querido conocer lo que el marido ocultaba. En fin, que él quería castigarla, pero no se llega al final del castigo, aunque, en medio la pasa bastante mal, pero ¿quién ha dicho que llegar al conocimiento sea un camino de rosas?
No es necesario que haga la interpretación de lo que significaría según esta lectura el cuarto oscuro que tiene que ser iluminado con la luz del sol, que en este caso es la luz de la razón y no el sol que produce sensación de desastre inminente. Este recurso es buenísimo: primero el sol ayuda a iluminar la razón, pero, después, en demasía y sin control, la agobia.
Creo que visto desde este punto de vista, el cuento no es tan terrible.
Claro que está el otro punto de vista, el que sea la versión de la vida del tal Gilles de Rais, ese malvado y cruel noble francés que fue matando a todos los niños que había en la región y que, yo creo que, en el fondo, sólo coincide con nuestro repugnante Barba Azul en el hecho de que, según cuentan, Gilles tenía una barba tan negra que parecía azulada. Quizás, y es sólo una suposición, era tal la fama que había quedado del asesino serial aquel que en Francia tener la Barba negra azulada era símbolo de crueldad, algo así como decimos de alguien que tiene cara celestial porque esté rodeada de ricitos rubios o le pintamos a las brujas una verruga en la nariz, como si fuera decisivo para su profesión.

Podría seguir enrollándome, pero es que no puedo, por falta de tiempo, no por falta de argumentos, que conste.



lunes, 17 de noviembre de 2008

La Princesa que creía en los Cuentos de Hadas


Este ha sido el primer libro de la temporada. Fue propuesto por una de las miembros del Club de Lectura. Este año, cada una de las lecturas habrá sido sugerida por una de nosotras. Es de esperar por tanto que las lecturas, en cuanto al género, la época, el volumen... sean tan heterogéneas, como lo somos nosotras mismas.

Victoria, una niña delicada, criada por un rey y una reina estrictos e inflexibles, crece soñando que algún día será rescatada por un príncipe encantador tal y como ocurre en los cuentos de hadas. Pero cuando es rescatada las cosas no suceden como tenía previsto y el príncipe deja de ser encantador y la princesa, siguiendo el consejo de un sabio búho, emprende un emocionante viaje por el Camino de la Verdad, al final del cual descubrirá que los cuentos de hadas pueden hacerse realidad.
Este relato, de la editora de El Caballero de la armadura oxidada, simboliza el viaje que todos hacemos en la vida a medida que separamos la ilusión de la realidad y descubrimos qué somos en realidad y cómo funciona ese milagro cotidiano que es la vida.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Aniversario del nacimiento de un genio

Si el misterio de la inmortalidad física no fuera una utopía, hoy podría haber cumplido 461 años un inmortal de las letras, un aventurero, un soldado, un hombre de acción..., el que fuera autor del "libro de los libros", de la primera novela moderna, el que mereció ser llamado "príncipe de los ingenios", una de las más grandes figuras de las letras universales : Miguel de Cervantes.

Pues nada, que ¡feliz cumpleaños, maestro!

sábado, 27 de septiembre de 2008

El soufflé de erizo

Como ya se ha dicho anteriormente, la lectura de verano de nuestro club fue "La elegancia del erizo" de la autora francesa Muriel Barbery. El pasado día 24 de septiembre tuvo lugar la sesión de nuestro club dedicada al debate de esta novela. Reproduzco aquí una de las opiniones que se manifestaron en el transcurso del mismo. Es sólo una opinión más entre las muchas que se expresaron. Hubo también opiniones más "complacientes" con esta obra y con su autora y más conformes con lo que se está diciendo sobre ella en otros foros en internet. Pero esta que aquí reproducimos recoge algunos puntos en los que la mayoría estuvo de acuerdo. Como "comentarios" se han añadido las opiniones de otras miembros del Club de Lectura pero cualquier otro comentario será igualmente bienvenido.

Mucho se ha escrito sobre esta novela, gran éxito de ventas en Francia y ahora también en España. Yo he de decir que disfruté mucho la primera mitad del libro. Las reflexiones de Renée Michel, esa portera autodidacta, loca por la filosofía, la literatura rusa y la cultura japonesa, y las elucubraciones de Paloma, una niña superdotada de 12 años y con tendencias suicidas, me parecían en ocasiones incluso deliciosas.

Desde el inicio intuía graves incongruencias, particularmente en el diseño del personaje de Renée pero aún así la novela satisfacía ampliamente las exigencias de una lectura de verano. Me adentraba en esas locas divagaciones entre filosóficas y alucinadas de ambas protagonistas, ("el Arte es la vida, pero con otro ritmo" p. 162) tumbada en una butaca bajo el laurel de mi patio, cuando empezaba a caer la tarde de estío y prefería no detenerme en determinados detalles más que discutibles de la novela que tenía entre manos.

Así me mantuvo atrapada mientras no existió realmente ninguna trama, ninguna intriga argumental en la historia, cuando ésta surgió convirtiendo a nuestra portera de 54 años en una especie de nueva “Cenicienta”, con un príncipe azul venido del Imperio del Sol Naciente, empecé a sentirme realmente frustrada. La autora le había dado una vuelta de tuerca a la obra que la había convertido en algo completamente distinto, casi una novela rosa. A partir de ese momento la portera, supuestamente un ser de una sensibilidad e inteligencia excepcionales, sufre por parte de la autora un tratamiento casi humillante: escenas como la del retrete de casa del señor Ozú, el vestido robado en la tintorería, etc.

Una vez que el encanto del “rito del té” con la buena de Manuela
« Preparo un café que no tomaremos pero cuyos efluvios ambas adoramos, y bebemos a sorbitos una taza de té verde para acompañar las tejas [de almendras], que comemos a pequeños mordiscos para saborearlas. »
o las reflexiones sobre la gramática o el cine japonés y las camelias del jardín
« La camelia sobre el musgo del templo, el violeta de los montes de Kyoto, una taza de porcelana azul, esta eclosión de la belleza en el corazón mismo de las pasiones efímeras, ¿no es acaso a lo que todos aspiramos? »
empezó a esfumarse, se despertó en mi el espíritu crítico de la filóloga que me habita, salí del sopor de las siestas de verano y empecé a preguntarme ¿pero qué pretende realmente la Barbery esta? ¿Cómo ha podido meter la pata hasta este punto? ¿pero por qué no ha dejado las cosas cómo estaban?

Mis principales reservas han sido, como ya he adelantado, respecto al personaje de Renée. Esta portera retratada como un ser de gran sabiduría e inteligencia, capaz de disfrutar de la belleza del arte y de ver también esa belleza en las pequeñas cosas de la vida, no tiene sin embargo la grandeza de espíritu de gozar de esas cosas con total tranquilidad y espontaneidad. No es que no le preocupe que sean patentes estas cualidades suyas sino que voluntariamente muestra gran empecinamiento en ocultarlas y mantenerlas en secreto.
Renée: « Asimismo, también está escrito que las porteras ven la televisión sin descanso mientras sus gordos gatos dormitan, y que el vestíbulo del edificio tiene que oler a potaje, a sopa o a guiso de legumbres... voy cada día a la carnicería a comprar una loncha de jamón o un filete de hígado de ternera, que guardo en mi bolsa de la compra entre el paquete de fideos y el manojo de zanahorias. Exhibo con complacencia estos víveres de pobre... con el fin de alimentar a la vez el lugar común consensual y a mi gato... mientras yo puedo dar rienda suelta... a mis propias inclinaciones culinarias...
Más ardua fue la cuestión de la televisión... Como no es muy frecuente que una portera disfrute con "Muerte en Venecia", y que de la portería provengan notas de Mahler, recurrí a los ahorros conyugales... y adquirí otro aparato que instalé en mi escondrijo. Mientras, garante de mi clandestinidad, el televisor de la portería berreaba sin que yo lo oyera insensateces para cerebros poco o nada refinados, yo podía extasiarme, con lágrimas en los ojos, ante los milagros del Arte... »

Paloma: « Hace quince días, Antoine Pallières volcó sin querer el carrito de la compra de la señora Michel, que estaba abriendo la puerta de su casa... Se esparcieron por el suelo remolachas, paquetes de pasta, jabón de Marsella y cubitos de caldo concentrado y, asomando por el borde del carrito, que estaba tirado en el suelo, entreví un libro. Digo entreví porque la señora Michel se precipitó a recogerlo todo mirando furiosa a Antoine... pero también con una sombra de inquietud... »
El gesto de ocultar sus libros en el fondo de la cesta de la verdura no es un gesto de humildad, no es el gesto de alguien que disfruta de la literatura sin más, sino el de alguien que considera que eso no es propio de una persona de clase baja y, partiendo del principio de que los demás no van a comprender esa afición en ella los convierte en indignos de saberlo. Es pues Renée una mujer, no de limpios horizontes intelectuales, sino cargada de prejuicios sociales.
« yo, Renée,... consciente hasta el desfallecimiento de la inconveniencia y el carácter blasfemo de mi presencia en este lugar [el piso de un rico propietario] que, si bien espacialmente accesible, no por ello representa menos un mundo al que no pertenezco y que desconfía de las porteras... »
« Si hay algo que aborrezco es esta perversión de los ricos que consiste en vestirse como pobres... No sólo es feo, sino también insultante; no hay nada más despreciable que el desdén de los ricos por el deseo de los pobres. »
La autora nos quiere hacer ver en ella a un ser excepcional pero se equivoca dotándole de ese carácter, más que desconfiado, en ocasiones, retorcido. Es más que probable que M. Barbery no tuviera intención de cargar a su personaje de esas connotaciones pero, voluntariamente o no, es eso lo que ha conseguido.

Más creíble habría sido que Renée hubiera vivido sin querer hacer ostentación de su cultura pero tampoco sin tanto empeño por ocultarla. Si, aún así, sus elitistas vecinos no se hubieran percatado de quién y cómo era ella, no la hubieran "visto", la autora habría conseguido, de modo más efectista, el objetivo de mostrar que los seres humanos sólo vemos lo que queremos ver o lo que "entra en nuestros esquemas".
Sin embargo, en esta novela esto no se consigue, porque Renée pone tanto empeño en no ser vista que nadie puede acusar a los demás de no verla. El mensaje queda, pues, mermado y, además, los prejuicios sociales se manifiestan por doquier con pequeños comentarios que restan validez al espíritu, supuestamente, sensible de Renée:
« No dejar salir al gato y no dejar entrar a la portera es el adagio básico de las señoras socialistas. »
Mejor construido me parece el personaje de Paloma. Algunas de sus "ideas profundas" y sus tesis sobre "el movimiento del mundo" (« lo importante no es morir ni a qué edad se muere, sino lo que uno esté haciendo en el momento de su muerte » ; « quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren »...) son lo mejor del libro.
Otro aspecto que me frustró es que, dada la publicidad editorial y algunas reseñas publicadas en distintos medios, yo emprendí la lectura de este libro pensando que sería la historia de la amistad entre dos seres dispares pero con almas gemelas. Sin embargo, una vez más la publicidad conduce a error convirtiéndose en el peor enemigo de un libro, pues más que la historia de una amistad podría haberse definido como la historia de dos vidas paralelas, que discurren próximas pero sin llegar apenas a cruzarse. En efecto Renée y Paloma no llegan a conocerse hasta muy avanzada la narración y son sus encuentros más que nada superficiales en los que cada una intuye el alma oculta de la otra pero no puede decirse que se hagan amigas. Tanto Renée como Paloma entablan, cada una por su parte, una relación (que no sé si puede llamarse tampoco amistad, pero se parece más) con el atractivo nuevo propietario, Kakuro Ozú. Eso las une pero nos quedamos con las ganas de asistir a conversaciones más extensas entre ambas protagonistas y a la consumación de su amistad.

"La elegancia del erizo", aunque con momentos logrados, adolece, en mi opinión, de una falta de coherencia interna. Y por no hablar de ese final con Renée muriendo en una versión burda de Ana Karenina. Un final tan injustificado como inesperado que, en lugar de un golpe de efecto, parece una salida de urgencia para una narradora que no encontraba otra solución digna. Un final abierto, después de la cena de Renée con el Sr. Ozu, dando paso a una de las reflexiones de Paloma sobre el movimiento del mundo y el sentido de la vida, habría estado más en la línea del arranque de la novela y habría tenido más lógica.

En definitiva la novela se presentaba como un exquisito soufflé, todo hinchado y espumoso pero que cuando se le mete la cuchara al fondo, se viene abajo quedando muy deslucido.

Ana M.R.

sábado, 20 de septiembre de 2008

La elegancia del erizo

“¿Cuándo he experimentado yo por primera vez ese abandono que es posible entre dos personas? La quietud que sentimos cuando estamos solos, esa certeza de nostros mismos en la serenidad de la soledad, no son nada comparadas con este dejarse llevar, ese dejarse llegar y dejarse hablar que se vive con otro, en cómplice compañía… ¿Cuándo he experimerntado por primera vez esa relajación feliz en presencia de un hombre? Hoy es la primera vez.”

Nuestra lectura para este verano ha sido "La elegancia del erizo" de Muriel Barbery (biografía, en francés, aquí). En breve dejaremos aquí constancia de algunas de las reflexiones que su debate ha suscitado en nuestra primera tertulia post-vacacional.
Entre tanto os invito a leer algunas reseñas publicadas en la web sobre este libro:


jueves, 18 de septiembre de 2008

Lectura para el curso 2008-2009

Después de una pausa veraniega, el Club de Lectura La Travesía vuelve a la carga. En las dos primeras reuniones de esta temporada debatiremos las lecturas del verano, libros que habíamos acordado leer a lo largo del verano y que comentaremos en breve, de lo que se dará cumplida cuenta en este blog.
Por otro lado, estamos elaborando la lista de lecturas que nos ocupará esta temporada 2008-2009. La lista está compuesta por libros propuestos por cada socia. Son títulos, autores, géneros muy variados tal como lo es la composición de nuestro grupo. En la siguiente lista se ofrecen los títulos enumerados por el orden en que el azar ha determinado que sean leídos (entre corchetes el nombre de la socia que lo ha propuesto):
  1. La princesa que creía en los cuentos de hadas/ Marcia Grad. [Carmina]
  2. Madame Bovary/ Gustave Flaubert. [Inma]
  3. La sabiduría de los cuentos de hadas/ Rudolf Steiner. [Gaudi]
  4. La hija del caníbal/ Rosa Montero. [Paloma]
  5. Un grito de amor desde el centro del mundo/ Katayama Kyoichi. [Ana Mª Á.]
  6. Antígona/ Sófocles [Ana M.R.]
  7. El hereje/ Miguel Delibes [Eva]
  8. Por qué leer los clásicos/ Italo Calvino [Carmen O.]
  9. Donde el corazón te lleve/ Susanna Tamaro [Vicky]
Y probablemente ya como lectura del verano 2009:

  1. Las nieblas de Avalon/ Marion Zimmer Bradley. [Erika]

jueves, 24 de abril de 2008

La Isla de la Gorgona

«Me sugirió, pues, el Gran Copto que orientase mi búsqueda, o al menos mi curiosidad, hacia la Isla de La Gorgona: cierto pedrusco resplandeciente que emerge en las derrotas del Mediterráneo central, más historia que tierra, como quien dice toda la historia que cabe en un brazado de peñas amontonadas, Ulises, Eneas, los Templarios, y ya te la contaré...»
Gonzalo Torrente Ballester, La Isla de los Jacintos Cortados. Punto de lectura, 2007, p. 61




Efectivamente existe en el Mediterráneo una isla llamada Gorgona, concretamente frente a las costas italianas de la Toscana. Forma parte del Archipiélago de Tuscán o Archipiélago Toscano, que fue declarado Parque Nacional en 1996.
La pequeña isla de la Gorgona es hoy conocida sobre todo por sus anchoas y por la prisión que alberga.

martes, 11 de marzo de 2008

La Isla de los Jacintos Cortados

Cambiamos de nuevo de época, de género y de estilo pero volvemos a poner en nuestras manos la obra de un genio. En este caso hemos elegido como lectura para nuestro Club la novela La Isla de los Jacintos Cortados (1980) de Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999).
La trama de esta obra gira en torno a un triángulo amoroso entre Ariadna, una estudiante griega en una universidad norteamericana , y dos profesores, uno de los cuales sostiene que Napoleón Bonaparte no existió nunca.
La Isla de los Jacintos Cortados, obra final de la llamada «trilogía fantástica», obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1981.

Os recomendamos los siguientes enlaces como introducción a esta obra y a su autor:

Gonzalo Torrente Ballester, página oficial
Biografía de GTB.
Torrente Ballester: fuga de un off-side, artículo de Antonio Mateo.
Metafísica en Fragmentos de Apocalipsis y La Isla de los Jacintos Cortados, artículo de Genaro J. Pérez.
Entrevista a GTB en El País, 11/01/1981.

Otra bibliografía:
  • Gonzalo Torrente Ballester / Carmen Becerra, José Paulino Ayuso (coord.). – Madrid : Universidad Complutense, 2001.
  • Anthropos : boletín de información y documentación 1986 Nº 66-67. Número especial dedicado a Gonzalo Torrente Ballester.
  • La Tabla Redonda : anuario de estudios torrentinos. – Universidade de Vigo : servicio de publicaciones 2003-.
  • Guyard, Emile. – El proceso de metaficcionalización en la génesis de “La isla de los Jacintos Cortados”. La tabla redonda 2005 Nº 3 : 33-56.
  • Loureiro, Angel G. – La Isla de los Jacintos cortados: magia y seducción del verbo narrativo. Anthropos 1986 Nº 66-67 : 93-102.
  • Pérez, Genaro. – El narrador como diablo cojuelo: experimentación narrativa de "La isla de los jacintos cortados". – La tabla redonda 2005 Nº 3 : 57-68.
  • Pérez, Genaro J. – La novela como burla: juego, siete experimentos novelescos de Gonzalo Torrente Ballester. – Valencia: Albatros, 1989.
  • Pérez Gutiérrez, Amparo . – Estructura y tiempo en “La isla de los Jacintos Cortados”. La tabla redonda 2005 Nº 3 : 1-16.


martes, 19 de febrero de 2008

Un soñador para un pueblo

En esta época tan necesitada de "soñadores" que alienten nuevas utopías en un mundo movido demasiado por la inercia, abordamos en nuestro Club la lectura de la obra dramática de Antonio Buero Vallejo (1916-2000) Un soñador para un pueblo (1958), basada en el episodio histórico conocido como el motín de Esquilache ocurrido en Madrid en 1766.

Como anticipo a la lectura de esta gran obra os recomendamos algunos sitios web donde podéis encontrar un material muy interesante sobre esta obra y su autor.

Sobre Antonio Buero Vallejo:
Página de Cervantes Virtual.
Buero en "Materiales Lengua y Literatura"

Sobre Un soñador para un pueblo:
Ficha para entender la obra
Cronología del motín
El motín, artículo de Alfonso Pozo Ruiz

domingo, 17 de febrero de 2008

La vida después del Principito

La primera vez que “El Principito” cayó en mis manos, en una adolescencia bastante tardía, fue por casualidad. Creo que mejor debería decir la primera vez que llegó a mi vida, fue por casualidad. Así es más exacto porque cuando se tiene la oportunidad de leer este “librito” la perspectiva con la que se contemplan los hechos cotidianos cambia profundamente, y a partir de ese momento, la vida ya no es la misma, así que entiendo que reducirlo a un simple libro que “cae en las manos” supone negarle el lugar que por justicia le corresponde. Esa vez ni si quiera tuve la ocasión de sostener la obra al completo, a penas una fotocopia, de calidad bastante cuestionable, recogía algunas de las ilustraciones con las que Saint-Exupery completó su obra, y un capítulo. Bien es cierto que tuve suerte, ya que el capítulo en cuestión recogía el episodio en que el Principito se encuentra con el zorro, y claro ¡menudo capítulo!

Inmediatamente comprendí que aquello no era una simple fotocopia, sino un verdadero manual de sabiduría. En ese capítulo su autor hablaba sobre el verdadero sentido de las relaciones humanas.

El zorro que en esta ocasión representa la sabiduría, revela al pequeño Principito el verdadero significado de la amistad y así cuando el Principito le pide al zorro que juegue con él, éste se niega porque entiende que lo está utilizando como medio para superar una situación de desamparo, y no quiere que el Principito entienda la amistad reducida a la utilización del otro como un simple instrumento, así que le ofrece una hermosa lección de vida: “Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo…” Con estas palabras el zorro explica al Principito lo que significa domesticar, crear lazos, y con ello pone de manifiesto la dimensión creativa de la amistad. Le revela la unicidad de una realidad aunque existan mil realidades idénticas, siempre que cada uno desarrollemos nuestro peculiar modo de ser. Porque de este modo nos convertimos en seres únicos, en realidades insustituibles.

Pero llegar a esto implica tiempo, paciencia. Supone dedicar atención a lo verdaderamente valioso y responder a las necesidades del otro. Supone pues, hacerse responsable del amigo, dar con prontitud respuesta a sus apelaciones.

El Principito entiende entonces que su “rosa”, representativa en la obra del primer amor, del amor ingenuo e inocente, es única en el mundo porque se responsabilizó de ella. Todos los cuidados que él le dedicó, todas las atenciones que le otorgó, fueron manifestaciones de su compromiso y por tanto de su amistad. Se eleva al otro ser, a la rosa en este caso, a una realidad “ambital”. Estas realidades son asumidas por el hombre como integrantes de un proyecto existencial suyo, merced a las posibilidades que ellas le ofrecen. Implica ver en esas realidades algo mucho más allá de su existencia objetiva (como rosa, o como otro ser humano), supone establecer, así, con el otro una relación reversible de mutuo influjo y enriquecimiento. El Principito comprendió tras la conversación con el zorro que lo que dignifica al ser humano es estar ambitalizado, trascender de la presencia corpórea de todas las cosas. Esta enseñanza se resume en la última intervención del zorro, en la que regala su secreto al Principito: “No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”.

Después de aquel primer acercamiento a la obra del Principito, han sido muchas veces las que he podido disfrutar de este cuento.

Mi primera sorpresa cuando conseguí el libro completo fue comprobar que me sentía aludida en su dedicatoria, pese a que expresamente Saint-Exupery acotaba su público lector al dirigirlo a los niños. Yo ya no era una niña, pero inmediatamente comprendí que este libro podría cumplir la función de entretener al lector infantil y a su vez burlarse de la exigua comprensión de “las personas serias”. La forma de niñez que exalta el autor no es la biológica sino la espiritual, la actitud de apertura desinteresada y comprensiva, la falta de voluntad de tener todo bajo el control intelectual. En todo caso, su autor en modo alguno pretendió reducir los destinatarios de su obra, porque como cualquier escritor concibió su trabajo para ser leído si bien, sin embargo, se preocupó de que aquellas personas que tuvieran la oportunidad de adentrarse en su contenido, hicieran el esfuerzo de realizar una lectura diferente. Pero abordar “El Principito” con ánimo de llegar al verdadero cuento es una tarea ingente y agotadora, porque su autor, jugando alegóricamente, posibilitó la multiplicación de las lecturas. Por eso cada lectura de este libro es innovadora, en cada apertura se emprende una aventura diferente.

En la lectura del primer capítulo me embargó un profundo sentimiento de soledad e incomprensión. El piloto se sintió así durante toda su vida y ya desde niño sufrió el aislamiento que implica el que los demás no asumieran su propia realidad. El piloto, a la edad de seis años, dibujó una boa que se había tragado un elefante, y las personas grandes (entendiendo por tales aquellas cuyo espíritu sólo se centra en la apariencia externa de las realidades, sin trascender hacia su significado), no fueron capaces de comprenderlo. Esa experiencia infantil, es el hilo conductor de una explicación en la que el autor, en la persona del piloto, enseña la diferencia que existe entre las cosas y el significado de las mismas. Irónicamente se burla de las personas mayores porque tienen una incapacidad notable para dar alcance a los diferentes acontecimientos y realidades que aunque no sean figurativos pueden revelarse en aquellas personas que son sensibles.

Partimos, después de la asimilación del primer capítulo, con la premisa de que la lectura debe ser por tanto, trascendente a la propia narración objetiva de la historia.

Nos adentramos, a partir de entonces, en un hermoso viaje. Un viaje que comienza con el primer contacto entre el Principito y el piloto y en el que en contraposición con lo que a este último le había ocurrido durante toda su vida, encuentra a un ser, con apariencia de niño, que es capaz de ver más allá de la propia realidad objetiva de las cosas. Cuando el Principito le demanda al piloto que le dibuje un cordero, lo primero que se pone de manifiesto es que el Principito es capaz de ver cualidades inasibles en los dibujos que le realiza: vejez, enfermedad…, en definitiva le manifiesta su cualidad para trascender la realidad objetiva que se le muestra. Finalmente el piloto entiende el mensaje, y dibuja una simple caja ofreciendo al Principito la capacidad de crear su propio contenido. Se sitúan los dos personajes en una realidad superior de comprensión mutua y en la que se sitúa la creatividad en el centro de su relación de amistad.

Son numerosas las manifestaciones a lo largo de toda la obra en la que se pretende llamar la atención sobre la realidad profunda de las cosas, sobre el más allá de las meras apariencias. Así, cuando se describe el descubrimiento del asteroide del que procede el Principito, el B612, no se da credibilidad a la persona que lo realiza por culpa de su apariencia. Era un astrónomo turco que vestía con la indumentaria propia de su nacionalidad cuando expuso por primera vez su hallazgo y hasta que no ofreció la exposición vestido a la usanza europea nadie lo tuvo en consideración.

El siguiente aprendizaje viene representado por la actitud del Principito hacia los baobabs. Estos árboles gigantescos que al principio, surgen como pequeñas briznas, si se dejan crecer podrían llegar a destruir su planeta. El planeta entendido como el mundo interior, el alma, puede acabar destruida, si la desatendemos. Si no prestamos atención a los pequeños miedos, a los temores, a las malas semillas que se depositan en ella. Sin embargo, si estamos pendientes de estos pequeños contratiempos y somos capaces de deshacernos de ellos nada más manifestarse, el planeta puede mantenerse a salvo. Y esa actividad formaba parte de la vida del Principito antes de emprender su partida.

Una partida en busca de uno mismo. Un viaje que se inicia con tristeza pero que supone una búsqueda hacia el alcance de la madurez. Este camino implica la renuncia a muchas cosas, pero la adquisición de grandes enseñanzas. Una de las que más llamaron mi atención es la diferencia entre lo que es urgente y lo que es importante. Esto que parece el título de una conferencia para grandes ejecutivos, se representa en el libro con una de las escenas más conmovedoras. El momento en que el piloto hace caso omiso a las preguntas que incansablemente realiza el Principito, porque está demasiado ocupado intentando arreglar su avión. En ese pasaje de la historia, el Principito llora desconsolado ante la poca importancia que da el piloto a sus preocupaciones, al hecho de que su pobre rosa pueda morir ingerida por un cordero, sin que sus feroces espinas puedan hacer nada por evitarlo. En este caso, el piloto confunde lo útil para la vida biológica, con lo importante para la vida personal. Pero para el Principito, dedicar la vida a resolver problemas relacionados con las cosas manipulables, con las que no se pueden crear verdaderas relaciones personales, significa perder la vida auténtica, fracasar como ser humano. El piloto, que desde niño sabía ver más allá de las apariencias, comprendió que algo muy importante estaba en juego, cuando el Principito rompió a llorar. Lo dejó todo y se apresuró a cogerlo. Esta opción generosa por parte del piloto a favor de la vida personal, lo llevó a un ámbito de encuentro con el Principito.

En su periplo por diferentes planetas, el Principito entra en contacto con diferentes personajes, como manifestaciones de las diferentes facetas humanas. En la visita al planeta habitado por un rey, el Principito aprenderá la ecuanimidad, la justicia y la sabiduría de quien sólo exige a los otros lo que son capaces de dar. El rey dice que “hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer. La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón”. También encuentra un planeta habitado por un farolero, fiel a la consigna de encender y apagar el farol con la puesta y la salida del sol. Este es el único personaje que despierta simpatía en el Principito, porque es el único que parece dedicarse a algo diferente de sí mismo. También confluirá en el camino con un geógrafo que renuncia a alcanzar el verdadero conocimiento, amparándose en la imposibilidad de desarrollar una labor indigna para su posición. No conocerá dónde están los ríos y las montañas porque no hay ningún explorador que pueda indicárselo y él no está dispuesto a desempeñar ese trabajo. Asimismo, hallará un vanidoso, un hombre de negocios, un bebedor… una serie de personajes considerados por el Principito como muy extraños porque reducen cuanto les rodea, no respetan la esencia de las demás realidades ajenas a sí mismos.

Finalmente, tras ocho días de agotadora estancia en el desierto, el piloto se angustia por la falta absoluta de agua y el temor a una muerte inminente. En ese contexto, el Principito menciona que “es bueno haber tenido un amigo, aún si vamos a morir”. Se muestra en un plano espiritual mucho más elevado que el piloto y propone buscar un pozo, pese a lo absurdo de buscar un pozo al azar en el desierto. Sin embargo, se pone de manifiesto que la búsqueda en común, solidaria, alberga tesoros mucho más importantes que el agua que sacia la sed física. El piloto decide buscar finalmente el pozo y lo encuentra al alba, igual que encontró al Principito.

En el aniversario de su caída en la tierra, el Principito siente que la logrado su propósito y debe prepararse para volver con su rosa. También el piloto ha de disponerse para regresar a su casa. Se percibe que todo el viaje del Principito ha sido una escuela de amor, y no podía terminar sino con la vuelta a su casa, para iniciar una vida de verdadera amistad, superando los defectos de los otros. La huida del Principito fue un error fruto de la inmadurez. No supo ver que las dificultades son algo inevitable en el camino del amor. Superar los contratiempos derivados del distinto modo de ser es esencial para llegar a querer al otro tal como es.

Eva

domingo, 27 de enero de 2008

El viaje a la Felicidad de Eduardo Punset

[Durante el mes de noviembre estuvimos leyendo en nuestro Club el libro de Eduardo Punset "El viaje a la felicidad: las nuevas claves científicas". Fue un libro que provocó animados debates, no precisamente por que nos causara una complacencia unánime. Algunas de las miembros de este Club de lectura se mostraron en muchos aspectos de acuerdo con el autor pero la mayoría de nosotras se sintió algo más que defraudada. El artículo que ofrezco a continuación es una reseña publicada por una de nosotras en leergratis.com. Lo copio aquí como muestra de una de las opiniones manifestadas a lo largo de nuestros debates.]


El otro día, leyendo unos comentarios que habían dejado en el artículo de una compañera de www.leergratis.com, me sorprendí que le reprocharan el haber escrito una reseña sobre un libro que no le había gustado.

En realidad, las reseñas no tienen que ser laudatorias, una reseña no es una alabanza. Y, como es cierto, que hay gustos como colores, es probable que lo que a una persona le parece digno de no haberse escrito, para otra, sea una obra de arte. Yo les aconsejaría que si leen una reseña negativa sobre una obra, o bien, sigan buscando otras reseñas que le beneficie más a la obra en cuestión o bien, vayan directamente a la fuente y la lean, que para eso sí son las reseñas, para dar a conocer o para refrescar la memoria sobre obras, ya sean buenas o malas, ya sean del gusto del autor de la reseña, ya no lo sean.

Y todo esto viene a cuento, porque, como habrán supuesto, la reseña que voy a hacer no va a ser precisamente un panegírico de la obra de Punset. Pero, como queda dicho, si no están de acuerdo, les invito a que busquen más comentarios sobre ella y, todavía mucho mejor, que la lean, para luego poder opinar ustedes mismos.

viaje-a-la-felicidad.jpgEmpecemos por el principio, como debe ser, el título El viaje a la Felicidad, supongo que se debe a que pertenece a alguna serie que sea El viaje a, porque de otra forma no tendría mucho sentido, ni porque se trate de un viaje, ni porque se consiga la felicidad una vez leído el libro, más bien, lo que se consigue es un aburrimiento atroz y unas ganas espantosas de dar con la contraportada.

Como subtítulo se nos aclara que la orientación va a ser científica (Nuevas claves científicas). Quizás el objetivo es bastante complicado, porque lo es delimitar la causa de le Felicidad a un fenómeno puramente científico.

Más tarde, en la introducción, va a afirmar, así a bocajarro, como se suele decir, que hasta el siglo XX, no había posibilidades de ser feliz, pues la esperanza de vida era muy corta: “No había futuro ni, por lo tanto, la posibilidad de plantearse un objetivo tan insospechado como el de ser felices. Era una cuestión que se aparcaba para después de la muerte y dependía de los dioses.

Pero, entonces ¿toda la discusión que desde la antigüedad se ha mantenido sobre este tema de la Felicidad dónde ha quedado, para qué servía? ¿Qué pasó con Aristóteles, con Epicuro, con Platón, Kant, Nietzsche…?

Aristóteles le dedicó gran parte de su filosofía a la explicación de la Felicidad y ahora resulta que no se podía ser feliz porque la media de vida era bastante mediocre.

Aristóteles no niega que se pueda conseguir la felicidad terrenal, sino que dice que es aquello que acompaña a la realización del fin propio de cada ser vivo; es decir, cuando el hombre realiza bien aquello para lo que está destinado, para la actividad que le es propia.

Claro, que como, el alma es la esencia del hombre, la felicidad será más propia del alma que del cuerpo (lo lamento para Punset, pero nada de zonas cerebrales donde localizar la felicidad, claro que Aristóteles escribió hace ya tanto tiempo…), y, seguimos con Aristóteles, como la parte del alma más humana es la intelectiva, la que se ocupa del conocimiento, va a ser ella, precisamente, la que esté orientada a la felicidad, y será el filósofo, que se dedica exclusivamente al conocimiento, al estudio, el que sea más propenso a la felicidad.

Por supuesto que Aristóteles tampoco olvidaba que para ser feliz se necesitaba, además de la virtud y de un alma inclinada al conocimiento, ciertos bienes materiales.

¿Habrá leído Punset la Ética para Nicómaco? Seguro que sí, lo que sucede es que prefiere pensar que todo es palpable y analizable en un laboratorio y desechar todo aquello que sean elucubraciones filosóficas.

Es una pena, porque de esta manera, también ha desechado como probable o como digna de ser tenida en cuenta otra opinión bastante solida sobre la Felicidad, bastante terrenal, por cierto, se trata del concepto de Felicidad que tiene Epicuro.

Epicuro no está dentro de ese grupo que espera una felicidad más allá de la muerte, a espensas de los dioses, por la sencilla razón de que Epicuro no está muy seguro de que podamos esperar algo de los dioses más allá de la muerte.

Para él, la felicidad depende del mismo hombre, es una responsabilidad humana. La felicidad se encuentra en el placer, pero llevado con una actitud de calma y de equilibrio. Placeres del cuerpo y del alma, como la amistad, la búsqueda de la verdad, el conocimiento, pero también una charla con amigos en su Jardín.

¡Pobre Epicuro que no sabía nada de la felicidad en las amebas o en los reptiles!

Decía también Epicuro que no hay que huir de todos los dolores, porque algunos de ellos valen más que el placer, siempre y cuando el placer posterior sea superior al dolor soportado.

Y no creo que sea necesario seguir poniendo ejemplos de cómo la preocupación por la Felicidad sí que ha existido desde que el hombre piensa y que no todos han creído que la felicidad hay que dejarla para que la repartan los dioses como premio.
Volviendo a lo del dolor de Epicuro, para Punset, la felicidad es incompatible con cualquier dolor, pero, va más allá, y, para mi gusto, se le va la mano, al afirmar cosas como estas: “Algunos individuos sufren todos o casi todos los embates del temporal genético, llenando las páginas de los antiguos bestiarios y el catálogo de las mutaciones más dolorosas: un gen que deja de producir la hormona llamda leptina, a causa de una mutación, condena a una obesidad irremediable a su portador; un defecto en los cilios que propulsan a las células y conteda al feto a la esterilidad (…); el síndrome de la seudoacondroplasia deja intacta la vitalidad del organismo pero reduce el tamaño de los miembros a la condición de enano. Otros individuos, en cambio, parecen preservados por la suerte hasta poblar las aldeas y ciudades de seres inasequibles al desaliento, porque son portadores de un equilibrio básico y congénito que les predispone, en mayor medida que al resto, a la felicidad. A la felicidad y, tal vez, a la belleza por los mismos motivos.”

En fin, que según Punset una persona enana o fea no puede ser feliz, yo conozco personas enanas felices e infelices, personas feas, felices e infelices, personas altas felices e infelices y personas hermosas felices e infelices.

Quizás es que va a ser verdad eso de que la felicidad no es del todo hormonal y reducible a una simple fórmula matemática.

Por cierto, lo de la belleza y la felicidad lo repite en varias ocasiones, dejando bien claro que para ser feliz se ha de ser bello. Sin comentarios.

Habría que hacer, además, varias puntualizaciones que una descubre al leer este libro, en primer lugar, no hay científico digno de mencionarse, si no ha nacido hablando la lengua de Shakespeare. Por supuesto, y por no sé qué regla de tres (dicho sea de paso, Punset intenta explicarlo, pero no es muy convincente y para nada objetivo), la glándula (la amígdala) que está encargada de conseguir que seamos felices sólo funciona bien si se vive en un país económicamente liberal.

El estilo de Punset no creo que le consiga nunca un premio de literatura, cosa que tampoco creo que persiga, pero lo que sí pretende es ser claro y está bien lejos de ello, entre un vocabulario seudocientífico, con un léxico que pretende ser especializado, sin definiciones cuando son necesarias, y una redacción algo farragosa, llena de continuas referencias que no aportan nada al tema tratado, contradicciones y disertaciones sin mucho fundamento.

La obra, fuera ya de toda polémica, está dividida en ocho bloques, que se corresponden con un capítulo cada uno, así el capítulo uno, hablará sobre los gastos de mantenimiento que supone la felicidad; el cap. 2, la felicidad en las amebas, en los reptiles y en los mamíferos no humanos y cuánta relación tienen con nosotros, el cap. 3, sobre la transitoriedad de la emoción relacionada con la felicidad; cap. 4, se supone que analiza los factores internos de la felicidad y agrega el concepto de ‘la tristeza maligna’; el cap. 5, se ocupa de los factores externos de la felicidad; cap. 6, vuelve sobre el mismo tema, pero ahora tratando las causas externas de la infelicidad en las sociedades complejas (desde las hormiguitas hasta los hombres, todo cabe); en el cap. 7, de nuevo, las causas externas, pero ahora sobre la felicidad programada (comida, sexo, drogas, alcohol, música y arte); y, por último, llegamos a la cumbre en el cap. 8, con la ansiadísima fórmula de la felicidad.

Y, para los que están interesados en conocer la fórmula perfecta de la felicidad, reducida casi a una ecuación matemática, aquí se la dejo:

La Felicidad es igual a E (M+B+P) dividido por R+C, donde E es la emoción al comienzo y al final del proyecto; M, el Mantenimiento y atención al detalle; B, el Disfrute de la búsqueda y la expectativa; y, P, las relaciones personales. R son los factores reductores y C la carga heredada.

Pura y sencillamente matemática ¿será realmente así? ¿Será la Felicidad algo tan puramente científico, explicable sin necesidad de ningún argumento filosófico? ¿No sería más adecuado buscar una explicación que incluyera además otros factores menos científicos?

Inmaculada Manzanares