martes, 19 de febrero de 2008

Un soñador para un pueblo

En esta época tan necesitada de "soñadores" que alienten nuevas utopías en un mundo movido demasiado por la inercia, abordamos en nuestro Club la lectura de la obra dramática de Antonio Buero Vallejo (1916-2000) Un soñador para un pueblo (1958), basada en el episodio histórico conocido como el motín de Esquilache ocurrido en Madrid en 1766.

Como anticipo a la lectura de esta gran obra os recomendamos algunos sitios web donde podéis encontrar un material muy interesante sobre esta obra y su autor.

Sobre Antonio Buero Vallejo:
Página de Cervantes Virtual.
Buero en "Materiales Lengua y Literatura"

Sobre Un soñador para un pueblo:
Ficha para entender la obra
Cronología del motín
El motín, artículo de Alfonso Pozo Ruiz

domingo, 17 de febrero de 2008

La vida después del Principito

La primera vez que “El Principito” cayó en mis manos, en una adolescencia bastante tardía, fue por casualidad. Creo que mejor debería decir la primera vez que llegó a mi vida, fue por casualidad. Así es más exacto porque cuando se tiene la oportunidad de leer este “librito” la perspectiva con la que se contemplan los hechos cotidianos cambia profundamente, y a partir de ese momento, la vida ya no es la misma, así que entiendo que reducirlo a un simple libro que “cae en las manos” supone negarle el lugar que por justicia le corresponde. Esa vez ni si quiera tuve la ocasión de sostener la obra al completo, a penas una fotocopia, de calidad bastante cuestionable, recogía algunas de las ilustraciones con las que Saint-Exupery completó su obra, y un capítulo. Bien es cierto que tuve suerte, ya que el capítulo en cuestión recogía el episodio en que el Principito se encuentra con el zorro, y claro ¡menudo capítulo!

Inmediatamente comprendí que aquello no era una simple fotocopia, sino un verdadero manual de sabiduría. En ese capítulo su autor hablaba sobre el verdadero sentido de las relaciones humanas.

El zorro que en esta ocasión representa la sabiduría, revela al pequeño Principito el verdadero significado de la amistad y así cuando el Principito le pide al zorro que juegue con él, éste se niega porque entiende que lo está utilizando como medio para superar una situación de desamparo, y no quiere que el Principito entienda la amistad reducida a la utilización del otro como un simple instrumento, así que le ofrece una hermosa lección de vida: “Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo…” Con estas palabras el zorro explica al Principito lo que significa domesticar, crear lazos, y con ello pone de manifiesto la dimensión creativa de la amistad. Le revela la unicidad de una realidad aunque existan mil realidades idénticas, siempre que cada uno desarrollemos nuestro peculiar modo de ser. Porque de este modo nos convertimos en seres únicos, en realidades insustituibles.

Pero llegar a esto implica tiempo, paciencia. Supone dedicar atención a lo verdaderamente valioso y responder a las necesidades del otro. Supone pues, hacerse responsable del amigo, dar con prontitud respuesta a sus apelaciones.

El Principito entiende entonces que su “rosa”, representativa en la obra del primer amor, del amor ingenuo e inocente, es única en el mundo porque se responsabilizó de ella. Todos los cuidados que él le dedicó, todas las atenciones que le otorgó, fueron manifestaciones de su compromiso y por tanto de su amistad. Se eleva al otro ser, a la rosa en este caso, a una realidad “ambital”. Estas realidades son asumidas por el hombre como integrantes de un proyecto existencial suyo, merced a las posibilidades que ellas le ofrecen. Implica ver en esas realidades algo mucho más allá de su existencia objetiva (como rosa, o como otro ser humano), supone establecer, así, con el otro una relación reversible de mutuo influjo y enriquecimiento. El Principito comprendió tras la conversación con el zorro que lo que dignifica al ser humano es estar ambitalizado, trascender de la presencia corpórea de todas las cosas. Esta enseñanza se resume en la última intervención del zorro, en la que regala su secreto al Principito: “No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”.

Después de aquel primer acercamiento a la obra del Principito, han sido muchas veces las que he podido disfrutar de este cuento.

Mi primera sorpresa cuando conseguí el libro completo fue comprobar que me sentía aludida en su dedicatoria, pese a que expresamente Saint-Exupery acotaba su público lector al dirigirlo a los niños. Yo ya no era una niña, pero inmediatamente comprendí que este libro podría cumplir la función de entretener al lector infantil y a su vez burlarse de la exigua comprensión de “las personas serias”. La forma de niñez que exalta el autor no es la biológica sino la espiritual, la actitud de apertura desinteresada y comprensiva, la falta de voluntad de tener todo bajo el control intelectual. En todo caso, su autor en modo alguno pretendió reducir los destinatarios de su obra, porque como cualquier escritor concibió su trabajo para ser leído si bien, sin embargo, se preocupó de que aquellas personas que tuvieran la oportunidad de adentrarse en su contenido, hicieran el esfuerzo de realizar una lectura diferente. Pero abordar “El Principito” con ánimo de llegar al verdadero cuento es una tarea ingente y agotadora, porque su autor, jugando alegóricamente, posibilitó la multiplicación de las lecturas. Por eso cada lectura de este libro es innovadora, en cada apertura se emprende una aventura diferente.

En la lectura del primer capítulo me embargó un profundo sentimiento de soledad e incomprensión. El piloto se sintió así durante toda su vida y ya desde niño sufrió el aislamiento que implica el que los demás no asumieran su propia realidad. El piloto, a la edad de seis años, dibujó una boa que se había tragado un elefante, y las personas grandes (entendiendo por tales aquellas cuyo espíritu sólo se centra en la apariencia externa de las realidades, sin trascender hacia su significado), no fueron capaces de comprenderlo. Esa experiencia infantil, es el hilo conductor de una explicación en la que el autor, en la persona del piloto, enseña la diferencia que existe entre las cosas y el significado de las mismas. Irónicamente se burla de las personas mayores porque tienen una incapacidad notable para dar alcance a los diferentes acontecimientos y realidades que aunque no sean figurativos pueden revelarse en aquellas personas que son sensibles.

Partimos, después de la asimilación del primer capítulo, con la premisa de que la lectura debe ser por tanto, trascendente a la propia narración objetiva de la historia.

Nos adentramos, a partir de entonces, en un hermoso viaje. Un viaje que comienza con el primer contacto entre el Principito y el piloto y en el que en contraposición con lo que a este último le había ocurrido durante toda su vida, encuentra a un ser, con apariencia de niño, que es capaz de ver más allá de la propia realidad objetiva de las cosas. Cuando el Principito le demanda al piloto que le dibuje un cordero, lo primero que se pone de manifiesto es que el Principito es capaz de ver cualidades inasibles en los dibujos que le realiza: vejez, enfermedad…, en definitiva le manifiesta su cualidad para trascender la realidad objetiva que se le muestra. Finalmente el piloto entiende el mensaje, y dibuja una simple caja ofreciendo al Principito la capacidad de crear su propio contenido. Se sitúan los dos personajes en una realidad superior de comprensión mutua y en la que se sitúa la creatividad en el centro de su relación de amistad.

Son numerosas las manifestaciones a lo largo de toda la obra en la que se pretende llamar la atención sobre la realidad profunda de las cosas, sobre el más allá de las meras apariencias. Así, cuando se describe el descubrimiento del asteroide del que procede el Principito, el B612, no se da credibilidad a la persona que lo realiza por culpa de su apariencia. Era un astrónomo turco que vestía con la indumentaria propia de su nacionalidad cuando expuso por primera vez su hallazgo y hasta que no ofreció la exposición vestido a la usanza europea nadie lo tuvo en consideración.

El siguiente aprendizaje viene representado por la actitud del Principito hacia los baobabs. Estos árboles gigantescos que al principio, surgen como pequeñas briznas, si se dejan crecer podrían llegar a destruir su planeta. El planeta entendido como el mundo interior, el alma, puede acabar destruida, si la desatendemos. Si no prestamos atención a los pequeños miedos, a los temores, a las malas semillas que se depositan en ella. Sin embargo, si estamos pendientes de estos pequeños contratiempos y somos capaces de deshacernos de ellos nada más manifestarse, el planeta puede mantenerse a salvo. Y esa actividad formaba parte de la vida del Principito antes de emprender su partida.

Una partida en busca de uno mismo. Un viaje que se inicia con tristeza pero que supone una búsqueda hacia el alcance de la madurez. Este camino implica la renuncia a muchas cosas, pero la adquisición de grandes enseñanzas. Una de las que más llamaron mi atención es la diferencia entre lo que es urgente y lo que es importante. Esto que parece el título de una conferencia para grandes ejecutivos, se representa en el libro con una de las escenas más conmovedoras. El momento en que el piloto hace caso omiso a las preguntas que incansablemente realiza el Principito, porque está demasiado ocupado intentando arreglar su avión. En ese pasaje de la historia, el Principito llora desconsolado ante la poca importancia que da el piloto a sus preocupaciones, al hecho de que su pobre rosa pueda morir ingerida por un cordero, sin que sus feroces espinas puedan hacer nada por evitarlo. En este caso, el piloto confunde lo útil para la vida biológica, con lo importante para la vida personal. Pero para el Principito, dedicar la vida a resolver problemas relacionados con las cosas manipulables, con las que no se pueden crear verdaderas relaciones personales, significa perder la vida auténtica, fracasar como ser humano. El piloto, que desde niño sabía ver más allá de las apariencias, comprendió que algo muy importante estaba en juego, cuando el Principito rompió a llorar. Lo dejó todo y se apresuró a cogerlo. Esta opción generosa por parte del piloto a favor de la vida personal, lo llevó a un ámbito de encuentro con el Principito.

En su periplo por diferentes planetas, el Principito entra en contacto con diferentes personajes, como manifestaciones de las diferentes facetas humanas. En la visita al planeta habitado por un rey, el Principito aprenderá la ecuanimidad, la justicia y la sabiduría de quien sólo exige a los otros lo que son capaces de dar. El rey dice que “hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer. La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón”. También encuentra un planeta habitado por un farolero, fiel a la consigna de encender y apagar el farol con la puesta y la salida del sol. Este es el único personaje que despierta simpatía en el Principito, porque es el único que parece dedicarse a algo diferente de sí mismo. También confluirá en el camino con un geógrafo que renuncia a alcanzar el verdadero conocimiento, amparándose en la imposibilidad de desarrollar una labor indigna para su posición. No conocerá dónde están los ríos y las montañas porque no hay ningún explorador que pueda indicárselo y él no está dispuesto a desempeñar ese trabajo. Asimismo, hallará un vanidoso, un hombre de negocios, un bebedor… una serie de personajes considerados por el Principito como muy extraños porque reducen cuanto les rodea, no respetan la esencia de las demás realidades ajenas a sí mismos.

Finalmente, tras ocho días de agotadora estancia en el desierto, el piloto se angustia por la falta absoluta de agua y el temor a una muerte inminente. En ese contexto, el Principito menciona que “es bueno haber tenido un amigo, aún si vamos a morir”. Se muestra en un plano espiritual mucho más elevado que el piloto y propone buscar un pozo, pese a lo absurdo de buscar un pozo al azar en el desierto. Sin embargo, se pone de manifiesto que la búsqueda en común, solidaria, alberga tesoros mucho más importantes que el agua que sacia la sed física. El piloto decide buscar finalmente el pozo y lo encuentra al alba, igual que encontró al Principito.

En el aniversario de su caída en la tierra, el Principito siente que la logrado su propósito y debe prepararse para volver con su rosa. También el piloto ha de disponerse para regresar a su casa. Se percibe que todo el viaje del Principito ha sido una escuela de amor, y no podía terminar sino con la vuelta a su casa, para iniciar una vida de verdadera amistad, superando los defectos de los otros. La huida del Principito fue un error fruto de la inmadurez. No supo ver que las dificultades son algo inevitable en el camino del amor. Superar los contratiempos derivados del distinto modo de ser es esencial para llegar a querer al otro tal como es.

Eva