lunes, 29 de septiembre de 2008

Aniversario del nacimiento de un genio

Si el misterio de la inmortalidad física no fuera una utopía, hoy podría haber cumplido 461 años un inmortal de las letras, un aventurero, un soldado, un hombre de acción..., el que fuera autor del "libro de los libros", de la primera novela moderna, el que mereció ser llamado "príncipe de los ingenios", una de las más grandes figuras de las letras universales : Miguel de Cervantes.

Pues nada, que ¡feliz cumpleaños, maestro!

sábado, 27 de septiembre de 2008

El soufflé de erizo

Como ya se ha dicho anteriormente, la lectura de verano de nuestro club fue "La elegancia del erizo" de la autora francesa Muriel Barbery. El pasado día 24 de septiembre tuvo lugar la sesión de nuestro club dedicada al debate de esta novela. Reproduzco aquí una de las opiniones que se manifestaron en el transcurso del mismo. Es sólo una opinión más entre las muchas que se expresaron. Hubo también opiniones más "complacientes" con esta obra y con su autora y más conformes con lo que se está diciendo sobre ella en otros foros en internet. Pero esta que aquí reproducimos recoge algunos puntos en los que la mayoría estuvo de acuerdo. Como "comentarios" se han añadido las opiniones de otras miembros del Club de Lectura pero cualquier otro comentario será igualmente bienvenido.

Mucho se ha escrito sobre esta novela, gran éxito de ventas en Francia y ahora también en España. Yo he de decir que disfruté mucho la primera mitad del libro. Las reflexiones de Renée Michel, esa portera autodidacta, loca por la filosofía, la literatura rusa y la cultura japonesa, y las elucubraciones de Paloma, una niña superdotada de 12 años y con tendencias suicidas, me parecían en ocasiones incluso deliciosas.

Desde el inicio intuía graves incongruencias, particularmente en el diseño del personaje de Renée pero aún así la novela satisfacía ampliamente las exigencias de una lectura de verano. Me adentraba en esas locas divagaciones entre filosóficas y alucinadas de ambas protagonistas, ("el Arte es la vida, pero con otro ritmo" p. 162) tumbada en una butaca bajo el laurel de mi patio, cuando empezaba a caer la tarde de estío y prefería no detenerme en determinados detalles más que discutibles de la novela que tenía entre manos.

Así me mantuvo atrapada mientras no existió realmente ninguna trama, ninguna intriga argumental en la historia, cuando ésta surgió convirtiendo a nuestra portera de 54 años en una especie de nueva “Cenicienta”, con un príncipe azul venido del Imperio del Sol Naciente, empecé a sentirme realmente frustrada. La autora le había dado una vuelta de tuerca a la obra que la había convertido en algo completamente distinto, casi una novela rosa. A partir de ese momento la portera, supuestamente un ser de una sensibilidad e inteligencia excepcionales, sufre por parte de la autora un tratamiento casi humillante: escenas como la del retrete de casa del señor Ozú, el vestido robado en la tintorería, etc.

Una vez que el encanto del “rito del té” con la buena de Manuela
« Preparo un café que no tomaremos pero cuyos efluvios ambas adoramos, y bebemos a sorbitos una taza de té verde para acompañar las tejas [de almendras], que comemos a pequeños mordiscos para saborearlas. »
o las reflexiones sobre la gramática o el cine japonés y las camelias del jardín
« La camelia sobre el musgo del templo, el violeta de los montes de Kyoto, una taza de porcelana azul, esta eclosión de la belleza en el corazón mismo de las pasiones efímeras, ¿no es acaso a lo que todos aspiramos? »
empezó a esfumarse, se despertó en mi el espíritu crítico de la filóloga que me habita, salí del sopor de las siestas de verano y empecé a preguntarme ¿pero qué pretende realmente la Barbery esta? ¿Cómo ha podido meter la pata hasta este punto? ¿pero por qué no ha dejado las cosas cómo estaban?

Mis principales reservas han sido, como ya he adelantado, respecto al personaje de Renée. Esta portera retratada como un ser de gran sabiduría e inteligencia, capaz de disfrutar de la belleza del arte y de ver también esa belleza en las pequeñas cosas de la vida, no tiene sin embargo la grandeza de espíritu de gozar de esas cosas con total tranquilidad y espontaneidad. No es que no le preocupe que sean patentes estas cualidades suyas sino que voluntariamente muestra gran empecinamiento en ocultarlas y mantenerlas en secreto.
Renée: « Asimismo, también está escrito que las porteras ven la televisión sin descanso mientras sus gordos gatos dormitan, y que el vestíbulo del edificio tiene que oler a potaje, a sopa o a guiso de legumbres... voy cada día a la carnicería a comprar una loncha de jamón o un filete de hígado de ternera, que guardo en mi bolsa de la compra entre el paquete de fideos y el manojo de zanahorias. Exhibo con complacencia estos víveres de pobre... con el fin de alimentar a la vez el lugar común consensual y a mi gato... mientras yo puedo dar rienda suelta... a mis propias inclinaciones culinarias...
Más ardua fue la cuestión de la televisión... Como no es muy frecuente que una portera disfrute con "Muerte en Venecia", y que de la portería provengan notas de Mahler, recurrí a los ahorros conyugales... y adquirí otro aparato que instalé en mi escondrijo. Mientras, garante de mi clandestinidad, el televisor de la portería berreaba sin que yo lo oyera insensateces para cerebros poco o nada refinados, yo podía extasiarme, con lágrimas en los ojos, ante los milagros del Arte... »

Paloma: « Hace quince días, Antoine Pallières volcó sin querer el carrito de la compra de la señora Michel, que estaba abriendo la puerta de su casa... Se esparcieron por el suelo remolachas, paquetes de pasta, jabón de Marsella y cubitos de caldo concentrado y, asomando por el borde del carrito, que estaba tirado en el suelo, entreví un libro. Digo entreví porque la señora Michel se precipitó a recogerlo todo mirando furiosa a Antoine... pero también con una sombra de inquietud... »
El gesto de ocultar sus libros en el fondo de la cesta de la verdura no es un gesto de humildad, no es el gesto de alguien que disfruta de la literatura sin más, sino el de alguien que considera que eso no es propio de una persona de clase baja y, partiendo del principio de que los demás no van a comprender esa afición en ella los convierte en indignos de saberlo. Es pues Renée una mujer, no de limpios horizontes intelectuales, sino cargada de prejuicios sociales.
« yo, Renée,... consciente hasta el desfallecimiento de la inconveniencia y el carácter blasfemo de mi presencia en este lugar [el piso de un rico propietario] que, si bien espacialmente accesible, no por ello representa menos un mundo al que no pertenezco y que desconfía de las porteras... »
« Si hay algo que aborrezco es esta perversión de los ricos que consiste en vestirse como pobres... No sólo es feo, sino también insultante; no hay nada más despreciable que el desdén de los ricos por el deseo de los pobres. »
La autora nos quiere hacer ver en ella a un ser excepcional pero se equivoca dotándole de ese carácter, más que desconfiado, en ocasiones, retorcido. Es más que probable que M. Barbery no tuviera intención de cargar a su personaje de esas connotaciones pero, voluntariamente o no, es eso lo que ha conseguido.

Más creíble habría sido que Renée hubiera vivido sin querer hacer ostentación de su cultura pero tampoco sin tanto empeño por ocultarla. Si, aún así, sus elitistas vecinos no se hubieran percatado de quién y cómo era ella, no la hubieran "visto", la autora habría conseguido, de modo más efectista, el objetivo de mostrar que los seres humanos sólo vemos lo que queremos ver o lo que "entra en nuestros esquemas".
Sin embargo, en esta novela esto no se consigue, porque Renée pone tanto empeño en no ser vista que nadie puede acusar a los demás de no verla. El mensaje queda, pues, mermado y, además, los prejuicios sociales se manifiestan por doquier con pequeños comentarios que restan validez al espíritu, supuestamente, sensible de Renée:
« No dejar salir al gato y no dejar entrar a la portera es el adagio básico de las señoras socialistas. »
Mejor construido me parece el personaje de Paloma. Algunas de sus "ideas profundas" y sus tesis sobre "el movimiento del mundo" (« lo importante no es morir ni a qué edad se muere, sino lo que uno esté haciendo en el momento de su muerte » ; « quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren »...) son lo mejor del libro.
Otro aspecto que me frustró es que, dada la publicidad editorial y algunas reseñas publicadas en distintos medios, yo emprendí la lectura de este libro pensando que sería la historia de la amistad entre dos seres dispares pero con almas gemelas. Sin embargo, una vez más la publicidad conduce a error convirtiéndose en el peor enemigo de un libro, pues más que la historia de una amistad podría haberse definido como la historia de dos vidas paralelas, que discurren próximas pero sin llegar apenas a cruzarse. En efecto Renée y Paloma no llegan a conocerse hasta muy avanzada la narración y son sus encuentros más que nada superficiales en los que cada una intuye el alma oculta de la otra pero no puede decirse que se hagan amigas. Tanto Renée como Paloma entablan, cada una por su parte, una relación (que no sé si puede llamarse tampoco amistad, pero se parece más) con el atractivo nuevo propietario, Kakuro Ozú. Eso las une pero nos quedamos con las ganas de asistir a conversaciones más extensas entre ambas protagonistas y a la consumación de su amistad.

"La elegancia del erizo", aunque con momentos logrados, adolece, en mi opinión, de una falta de coherencia interna. Y por no hablar de ese final con Renée muriendo en una versión burda de Ana Karenina. Un final tan injustificado como inesperado que, en lugar de un golpe de efecto, parece una salida de urgencia para una narradora que no encontraba otra solución digna. Un final abierto, después de la cena de Renée con el Sr. Ozu, dando paso a una de las reflexiones de Paloma sobre el movimiento del mundo y el sentido de la vida, habría estado más en la línea del arranque de la novela y habría tenido más lógica.

En definitiva la novela se presentaba como un exquisito soufflé, todo hinchado y espumoso pero que cuando se le mete la cuchara al fondo, se viene abajo quedando muy deslucido.

Ana M.R.

sábado, 20 de septiembre de 2008

La elegancia del erizo

“¿Cuándo he experimentado yo por primera vez ese abandono que es posible entre dos personas? La quietud que sentimos cuando estamos solos, esa certeza de nostros mismos en la serenidad de la soledad, no son nada comparadas con este dejarse llevar, ese dejarse llegar y dejarse hablar que se vive con otro, en cómplice compañía… ¿Cuándo he experimerntado por primera vez esa relajación feliz en presencia de un hombre? Hoy es la primera vez.”

Nuestra lectura para este verano ha sido "La elegancia del erizo" de Muriel Barbery (biografía, en francés, aquí). En breve dejaremos aquí constancia de algunas de las reflexiones que su debate ha suscitado en nuestra primera tertulia post-vacacional.
Entre tanto os invito a leer algunas reseñas publicadas en la web sobre este libro:


jueves, 18 de septiembre de 2008

Lectura para el curso 2008-2009

Después de una pausa veraniega, el Club de Lectura La Travesía vuelve a la carga. En las dos primeras reuniones de esta temporada debatiremos las lecturas del verano, libros que habíamos acordado leer a lo largo del verano y que comentaremos en breve, de lo que se dará cumplida cuenta en este blog.
Por otro lado, estamos elaborando la lista de lecturas que nos ocupará esta temporada 2008-2009. La lista está compuesta por libros propuestos por cada socia. Son títulos, autores, géneros muy variados tal como lo es la composición de nuestro grupo. En la siguiente lista se ofrecen los títulos enumerados por el orden en que el azar ha determinado que sean leídos (entre corchetes el nombre de la socia que lo ha propuesto):
  1. La princesa que creía en los cuentos de hadas/ Marcia Grad. [Carmina]
  2. Madame Bovary/ Gustave Flaubert. [Inma]
  3. La sabiduría de los cuentos de hadas/ Rudolf Steiner. [Gaudi]
  4. La hija del caníbal/ Rosa Montero. [Paloma]
  5. Un grito de amor desde el centro del mundo/ Katayama Kyoichi. [Ana Mª Á.]
  6. Antígona/ Sófocles [Ana M.R.]
  7. El hereje/ Miguel Delibes [Eva]
  8. Por qué leer los clásicos/ Italo Calvino [Carmen O.]
  9. Donde el corazón te lleve/ Susanna Tamaro [Vicky]
Y probablemente ya como lectura del verano 2009:

  1. Las nieblas de Avalon/ Marion Zimmer Bradley. [Erika]