martes, 23 de diciembre de 2008

Flaubert y "Madame Bovary"

Os recomiendo vivamente el artículo publicado en septiembre de 2007 por Luis Arias Argüelles-Meres en La Opinión: Flaubert y «Madame Bovary».
A él pertenece el siguiente extracto:
Alguien que conoció a fondo la obra de Flaubert en España, doña Emilia Pardo Bazán, escribió: «Y si hay una obra que pueda mitigar la calentura romántica es, seguramente, "Madame Bovary", fue a los lirismos lo que el "Quijote" a las novelas de caballería. Considero este libro uno de los más vivideros que ha producido literatura alguna. Poco nos importa que, en opinión de los que conocían perfectamente al autor, represente o no su verdadera personalidad; que el hombre real, en Flaubert, sea el romántico autor de "Salambó", ni quita ni pone; "Madame Bovary" es la fecha memorable, la obra decisiva de una nueva orientación».
Como todas las obras maestras, como todas las grandes creaciones, la inmortal novela de Flaubert juega al equívoco. El principal antecedente del llamado realismo-naturalismo es una novela en la que el estilo tiene un protagonismo infinitamente superior a la historia que en ella se cuenta. Es el mundo al revés. La realidad más prosaica contada por un virtuoso del estilo, por un artista del lenguaje, por alguien que, según confesión propia, buscaba en cada frase no menor perfección y armonía que lo que podía perseguir un poeta con sus versos rimados, con sus sílabas juntadas.
Si Emma colisiona con la majadería que la rodea, con el prosaísmo que la asfixia, el estilo de Flaubert abofetea de continuo a la vulgaridad y a la estupidez.
Es una sugerencia de Ana Manzanares

2 comentarios:

HLO dijo...

Quien no ha leído Madame Bovary, no está vivo...literariamente. Es una de mis novelas preferidas, a pesar de la mala "puleva" que se gastaba Flaubert, que ni con su personaje era compasivo...

ManzRu dijo...

¡Qué razón tienes, HLO! "Madame Bovary" es una de esas obras maestras cuya lectura llena de verdadera satisfacción y pasión literaria. Satisfacción no exenta de un sabor agridulce por la gran dureza del destino de sus personajes. Aquí no hay "merengues" que vengan a suavizar de ningún modo la descarnada realidad.