viernes, 13 de abril de 2007

«Caperucita en Manhattan» de Carmen Martín Gaite



"A todas las Caperucitas por ser capaces de aprender y reunir experiencias acerca de la familia, de la amistad, de la soledad, del peligro, de la monotonía de la vida diaria y del ejercicio de la libertad"








Imagen obtenida de una campaña de Conexión Colombia

Como segundo título para leer en nuestro club habíamos escogido «Mujeres que corren con los lobos» también de Clarissa Pinkola Estés, autora asimismo de «El jardinero fiel: aquello que jamás puede morir» pero ante la imposibilidad temporal de encontrar el número de ejemplares suficiente para todas nosotras, optamos por una nueva propuesta. El título elegido fue «Caperucita en Manhattan» de Carmen Martín Gaite.
Este libro, cuya primera edición es de 1990, es una hermosa fábula moderna. Es la historia de Sara, una moderna Caperucita, y sus aventuras por el "bosque urbano" (que más que bosque se diría selva) de la isla de Manhattan en Nueva York.
La primera impresión de cada una de nosotras acerca de este cuento ha sido en general positiva, si bien nuestras opiniones respecto al mismo han sido muy diversas. Para unas parece un cuento en el que se manifiesta la búsqueda de una misma, de los propios anhelos reprimidos; para otras se trata de un cuento entretenido pero la ubicación en Manhattan puede resultar algo artificial. También ha habido lugar para la tristeza , porque da la impresión de que la protagonista no es una niña feliz en su familia, y se ha vislumbrado, como no, ese toque irónico propio de su autora. Igualmente se ha opinado que los personajes y situaciones eran demasiado arquetípicos.
Se discute sobre por qué la historia de Sara puede parecer triste. Entre otros argumentos, comentamos que se trata de un cuento de hadas y como todos ellos refleja un momento del ser humano expresado ancestralmente mediante este tipo de relatos. En particular el cuento de Caperucita Roja, como otros muchos, responde a los primitivos ritos de iniciación, en los que el niño entra en el bosque, en la cabaña, para salir siendo otro, convertido en adulto. Sara, en plena pubertad, vive esa fase de transición y al mismo tiempo de fantasía.
Otro aspecto que a todas nos gustó del cuento fue el invento por parte de Sara de las farfanías, palabras inventadas por ella, pero con un significado real.
A continuación pasamos al análisis de los personajes y la discusión se centró sobre los modelos de mujer representados por la madre (Vivian) y la abuela (Rebeca) de Sara.
La madre corresponde exactamente con el arquetipo del Bienhechor de la psicología iunguiana. Representa la nutrición el cuidado de los otros, pero en su lado oscuro resulta una madre sofocadora, victimizada y culposa, que no discrimina entre las verdaderas necesidades de los otros y su necesidad de sentirse útil y valorada.
La abuela sin embargo representa a la mujer libre e independiente, es soñadora y odia la monotonía y la sumisión a las reglas. Sin embargo esa libertad no parece hacerla del todo feliz ya que en algún momento manifiesta la necesidad de amar a alguien (o de ser amada).
Sara, ubicada entre dos modelos tan opuestos, desprecia el modelo representado por su madre y desea ser como su abuela. De mayor lo que quiere es "ser actriz y pasarse todo el día tomando ostras con champán y comprándose abrigos con el cuello de armiño, como uno que llevaba de joven su abuela Rebeca" (p. 39)
Surge entonces una pregunta: ¿Es la abuela un mejor modelo de madre que su hija Vivian?No parece que sea así ya que Rebeca, en su deseo de libertad, parece no haber cubierto las necesidades afectivas de su propia hija quien, una vez adulta, enmascara su propia "orfandad" volcándose exageradamente en su papel de madre, no sólo para su hija sino para su marido y para su propia madre, quienes ni aprecian ni necesitan tales cuidados.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó este libro, que leí bajo recomendación hace uno o dos años. Guardo un nítido recuerdo de la travesía de Sara por Manhattan, una verdadera delicia para los sentidos -¿la receta de tarta era de fresa?-, una metáfora plástica, una lección de vida.
Por cierto, vuestra iniciativa me parece fabulosa.

Anónimo dijo...

Muchas gracias por compartir con nosotras tu opinión sobre el libro de Carmen Martín Gaite y por tu comentario sobre nuestra iniciativa.
Nos da ánimos.
Esperamos seguir contando con tu participación.