viernes, 27 de abril de 2007

¿Happy End?

Hemos finalizado un nuevo libro. Otro más en el haber de nuestro club que, poco a poco, va creciendo y madurando como los niños a los que se les quiere y se les mima desde el principio.
Caperucita en Manhattan ha supuesto para algunas de nosotras un reencuentro con anhelos de la infancia, con ese ansia de independencia que tenemos de niños vista con la ingenuidad característica de los primeros años.
Esta vez la Caperucita reflejada en la historia por Martín Gaite se manifiesta como una niña madura, absolutamente respetuosa con la privacidad de los demás (intimidad de la que ella se ve privada por su madre en un esfuerzo por sobreprotegerla), que entiende inmediatamente el momento en el que se encuentra su abuela mientras baila con un antiguo admirador. ¿No sería este un final maravilloso para nuestra historia? Podría ser, sin embargo eso hubiera supuesto dejar a Caperucita sin una merecida recompensa. Hubiera sido un final propio del cine al que tantas referencias ha hecho la autora en este libro, aunque brindar un homenaje tan exacerbado al celuloide habría dejado huérfana la esencia de la historia.
El "happy end" por el que opta Carmen Martín Gaite no podía por menos que recompensar la intensidad con la que vive Sara su historia. Finalmente, tras sus aventuras con la abuela, con el "lobo" Mr. Woolf, que sin ser tal, bien pudiera serlo por su descripción física, y por supuesto con el hada "coadyuvante" Miss Lunatic, Sara Allen decide plantarle cara a todos sus miedos y aplicar la enseñanza transmitida por Miss Lunatic, viviendo su aventura plenamente y lanzándose al vacío con todas las consecuencias.
Nos han quedado muchos asuntos pendientes, quizás podríamos haber reflexionado sobre la soledad a la que se enfrentan todos los personajes, sobre el miedo a la libertad y sobre el peligro que supone el ser humano para sí mismo. Estos temas están aquí y siguen pendientes de reflexión, por lo que algún día, a lo mejor, podemos releer este cuento maravilloso, sin prisa, como haría Miss Lunatic.

2 comentarios:

Administración dijo...

Estando una mañana haciendo el bobo,
le entro un hambre espantosa al señor lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la abuela.
¿Puedo pasar, señora?, preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: ¡Este, me come de un bocado!
y claro, no se había equivocado:
se convirtió la abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al lobo no le fue de gran ayuda:
sigo teniendo un hambre aterradora...
¡tendré que merendarme otra señora!.
y al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
¡esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la selva!
- que así llamaba al bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España -.
Ypor que no se viera su fiereza
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: ¿como estas abuela mía?
por cierto ¡me impresionan tus orejas
para mejor oírte que la viejas
somos un poco sordas.¡abuelita,
Que ojos tan grandes tienes!. claro, hijita
son las lentillas nuevas que me ha puesto
para que pueda verte don Ernesto
el oculista, dijo el animal
mirándola con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces mas rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: ¡que imponente
abrigo de piel llevas este invierno!.
El lobo estupefacto, dijo: ¡un cuerno!
o no sabes el cuento o tu me mientes:
¡ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿me estas tomando el pelo? oye mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa.
pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revolver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y ¡pam! allí cayó la buena pieza.
****
Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el bosque... ¡pobrecita!
¿sabéis lo que llevaba la infeliz?
pues nada menos que un sobrepelliz
que a mi me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.


fin

Anónimo dijo...

Muy divertida esta versión del cuento. Estupenda la descripción del travestismo del lobo ¡Hasta se entretiene en pintarse las uñas!
Esta Caperucita tampoco parece tener mucho en común con nuestra Sara/Caperucita. Aún así en algo se parece más que las de Perrault o la de los Grimm. Pues, lejos de la pasividad y sumisión de las precedentes, esta es una chica activa y decidida ¡con revolver en el corsé y todo! Sara no es capaz de tanto, pero tampoco es la mojigata de las versiones clásicas.
¿No os parece?